Escena de la película de Joselito, "Saeta del Ruiseñor", rodada en Priego en 1.956
Los niños de antes solían jugar a tirarse piedras con las manos y chinas con el tiraor. Muchas veces jugaban en plena calle e incluso gente inocente que pasaba por allí recibía alguna pedrada. No eran raros los descalabramientos y los ojos morados.
A pesar de todo, este juego no era tan bárbaro como parece a primera vista. Era una pelea bastante ritualizada, no cruenta, como las que realizan muchos machos (jóvenes o no), de otras especies animales (las niñas no jugaban a esto, aunque no era infrecuente que recibieran chinazos de los niños). La única vez que yo he jugado a tirar piedras a otros niños, a finales de los años 70, los dos bandos guardábamos una prudente distancia, para ver venir con suficiente anticipación las piedras de los enemigos, escogíamos piedras no demasiado pesadas y no las lanzábamos con excesiva fuerza. No recuerdo bien si recibí algún impacto (creo recordar que uno, pero no me hizo daño) y desde luego no creo que sea posible que una piedra lanzada por mi mano haya dado alguna vez en algún ser humano. De todas formas, este juego era lo más parecido a una guerra que teníamos, con toda la alegre excitación que ésta provoca en las mentes infantiles masculinas. Ya hemos recogido en este blog la opinión de Benjamín Sanz de que el grado de felicidad en la infancia es directamente proporcional al número de cicatrices que uno tiene en el cuerpo de esa época.
La autoridad que aparece en esta escena es el pregonero del pueblo, que llevaba ese uniforme y usaba esta trompetilla para dar sus avisos.
Trompetilla conservada por Conchi Jiménez Aranda
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