Yo tenía diez perritos (bis).
Uno no come ni bebe.
No me quedan na más que nueve.
De nueve que tenía (bis),
uno se comió un bizcocho.
No me quedan na más que ocho.
De ocho que tenía (bis),
uno se comió un mollete.
No me quedan na más que siete.
De siete que tenía (bis),
uno se fue a Carcabuey.
No me quedan na más que seis.
De sais que tenía (bis),
uno se murió de un brinco.
No me quedan na más que cinco.
De cinco que tenía, (bis)
otro se murió de un salto.
No me quedan na más que cuatro.
De cuatro que tenía, (bis)
uno se cayó al revés.
No me quedan na más que tres.
De tres que tenía, (bis)
uno lo mató un farol.
No me quedan na más que dos.
De dos que tenía, (bis)
uno se volvió un tuno.
No me queda na más que uno.
De uno que tenía, (bis)
ése se fue por los cerros.
Ya se acabaron los perros.
La principal gracia de esta canción era que los niños solían jugar a cambiar la letra e inventarse los mayores disparates acerca de los motivos de los perros para desaparecer, con la única condición de que la última palabra rimara con el número siguiente. La letra aquí mostrada es, pues, sólo un ejemplo (en internet se pueden encontrar otras muchas versiones).
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