Algunas niñas de la década de los 40 en Priego montaban teatrillos semiimprovisados para ganarse unas perrillas, que normalmente gastaban en chucherías. Se pintaban, se ponían ropa de las madres, colgaban una sábana de una cuerda (que hacía de telón) en el patio de una casa y cantaban y bailaban las canciones de las casetas de la feria ante una exigente audiencia formada por niños y niñas del barrio. Mi madre recuerda lo nerviosas que se ponían cuando se asomaban de reojo por el borde de la sábana, y se decían: "¡Ya están ahí, ya están ahí tos los niños!". Cogían unas pocas sillas de sus casas y cobraban una gorda (10 céntimos de peseta) a los niños que se sentaban y una chica (5 céntimos de peseta) a los de pie. El público solía impacientarse y decía: "¡Que salgan ya, las cómicas estronás!". Si no les gustaba el espectáculo, las protestas eran sonoras y pedían que les devolvieran el dinero de la entrada.
Las niñas también ejecutaban otros ritos, como el de bautizar a sus muñecos con agua bendita de las iglesias o el de jugar a las bodas. Una de las niñas, naturalmente, hacía de cura. Las "amigas" de mi madre, para dar más realismo a la escena, le pelaron la coronilla, como a los curas de antes. Cuando su madre se enteró, le rabió mucho: "¡Pero tú cómo te has dejao que te hagan eso...!" Tuvo que estar varias semanas peinándose para atrás.
También en los rincoros se efectuaban antiguas ceremonias, muy hermosas por cierto. Podéis ver la canción "Jardinera, tú que entraste" o la bellísima canción medieval "Piso oro, piso plata".
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