Las llamas de tus ojos
quemaron mis pupilas.
quemaron mis pupilas.
El bosque de mi pecho
del mismo fuego ardió.
Ahora en el invierno
de mis cansados días,
remuevo las cenizas
para encontrar calor.
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A mi madre
Vienen a mi pensamiento
unos recuerdos antiguos,
cuando dormía en el patio
con aquel sueño tranquilo.
Recuerdos de aquellas sienes
tan blancas como el armiño,
tan blancas como sus manos
que dieron tanto cobijo;
blanco el cristal de sus ojos
que miraron siempre limpio
y blancos fueron los pechos
que dieron vida a sus hijos.
Blanco fue su corazón
como rosa inmaculada,
que se convirtió en morada
y al final se deshojó
de tanta espina clavada.
Ese fragmento de romance rematado en quintilla es muy original y me gusta.
ResponderEliminarMario Parra Cachada.